miércoles, agosto 22, 2007



Consejos sobre matrimonio y noviazgo



por José Belaunde M.
Con frecuencia las personas que se enfrentan a la decisión de casarse o no con alguien por quien se sienten atraídos, dicen que deben esperar en Dios para tomar una decisión definitiva. En principio eso está muy bien, pero ¿qué quiere decir «esperar en Dios»? ¿Que Dios mande a un ángel para que nos hable de su parte? ¿O recibir una profecía de alguien lleno del espíritu?

Con frecuencia las personas que se enfrentan a la decisión de casarse o no con alguien por quien se sienten atraídos, dicen que deben esperar en Dios para tomar una decisión definitiva. En principio eso está muy bien, pero ¿qué quiere decir «esperar en Dios»? ¿Que Dios mande a un ángel para que nos hable de su parte? ¿O recibir una profecía de alguien lleno del espíritu? Puede ocurrir pero sería excepcional y Dios sólo usa medios excepcionales en situaciones excepcionales. Dios nos habla generalmente de muchas maneras más cotidianas, a través de las circunstancias, de los encuentros fortuitos que tenemos en la vida diaria, de la lectura de su Palabra, de las inspiraciones súbitas que podemos recibir cuando menos lo esperamos, de los pensamientos que nos vienen cuando oramos, de los consejos que recibimos, etc. Nos habla de una u otra manera cuando buscamos su rostro, pero nos habla también a través de nuestra razón, que Él nos dio para que la usemos.
Es inevitable que una persona que está sola sienta que sus sentimientos se despiertan en un momento dado hacia alguien que se interesa por él o ella. Lo importante está en saber: ¿Es esa persona la voluntad de Dios para mi? ¿O es alguien que no me conviene? Y ahí habrá una serie de factores que la razón y el sentido común nos harán considerar con cuidado. Si se someten esas preocupaciones a Dios en oración, él no tardará en hablamos.
Los seres humanos amamos porque tenemos necesidad de amar. Tenemos dentro un caudal potencial de sentimientos que buscan un objeto para expresarse. A la vez tenemos necesidad de ser amados. Por ese motivo nuestros sentimientos surgen a veces más a causa de esa doble necesidad que del valor de la persona que los suscita y que pudiera no merecerlos. De ahí pueden surgir muchas decisiones erróneas que después lamentamos. De otro lado está también el deseo físico insatisfecho que busca expresarse y que puede disfrazarse de amor para conseguir su objeto.
Es bueno ser conscientes de nuestras motivaciones subjetivas para no engañarnos a nosotros mismos y para no engañar al otro. Podemos decimos: ¡Cuánto la amo! o ¡Cuánto lo amo! cuando en realidad deberíamos decimos ¡Cuánto la (o lo) deseo! Lo cual en cierta medida es normal. Amor y deseo van por lo general juntos. Pero conviene no olvidar que el deseo es ciego y puede ser satisfecho con cualquier persona del sexo opuesto (especialmente en el caso de los hombres). Pero al que ama realmente le repugna satisfacer su deseo con cualquiera. Y si tiene una visión correcta de las cosas ?aunque no sea creyente? sabrá esperar hasta la boda.
Naturalmente Dios tiene una voluntad particular para cada uno de nosotros y nuestra felicidad en la vida depende de encontrarla y dejarnos guiar por ella. Hay dos aspectos en la voluntad de Dios: De un lado, lo que él ha declarado en su Palabra, y que se aplica a todas aquellas personas a quienes su Palabra (en general o en particular) concierne (ver nota 1). De otro, está su voluntad específica para cada uno de nosotros que no está escrita en ninguna parte pero que podemos discernir de muchas maneras si nos tomamos el trabajo de buscarla. Por lo demás, su voluntad específica está ligada a su voluntad general y nunca la contradice.
En el caso concreto de una muchacha enamorada habría que preguntarse ¿qué clase de persona como ser humano es el hombre que la atrae? ¿Es soltero, viudo, divorciado? ¿De una edad aparente para ella? Sobre todo ¿cómo es su carácter? Cuando contraemos matrimonio nos casamos con una persona no sólo de carne y hueso. Es decir no sólo con su cuerpo, sino también con su alma y con su espíritu, lo que incluye su carácter. Muchas personas lo ignoran a pesar de que el segundo aspecto es mucho más importante que el primero. En términos prácticos al cabo de cierto tiempo nos damos cuenta de que nos hemos casado no con la belleza sino con el carácter de nuestro cónyuge, y de que según sea su carácter será nuestra felicidad o desdicha. Y viceversa, la felicidad o desdicha de la otra parte lo decide a su vez nuestro carácter. Y también de cuan bien nos adaptemos el uno al otro. Pero hay un límite a esa adaptación.
En resumidas cuentas, el amor humano, es decir, el enamoramiento, es como un maquillaje que cubre nuestros defectos y nos embellece a los ojos del otro. Pasado cierto tiempo el maquillaje desaparece y hombre y mujer están el uno frente al otro tal cual son, sin maquillaje. Y tienen que convivir con eso. ¡Ay Dios mío, cómo no me di cuenta! se lamentará el uno o la otra. Pero es tarde para llorar si no trataron de mirar a tiempo debajo de la máscara con que el amor cubría los defectos.
El hombre que ha despertado los sentimientos de la mujer puede ser simpático, bueno, atractivo, guapo. Eso es lo que la atrae. Pero ¿cómo es su carácter? ¿Es honesto, serio, responsable, confiable, de un humor igual, paciente, o es irascible, impaciente, desconsiderado...? O en el caso opuesto ¿es ella ordenada, hacendosa, cariñosa, fiel o es frívola, irascible, vanidosa, egoísta, coqueta...? Todo eso tiene que averiguarse, observando y sometiendo a la persona quizá a algunas pruebas que revelen su manera de reaccionar (con discreción y sin manipulación) ¿Cómo reacciona en determinadas situaciones?
Hay también otros aspectos de la vida en común sobre los cuales es importante tener puntos de vista semejantes: los hijos, el manejo del dinero, dónde vivir, cómo disponer del tiempo libre, la iglesia, etc., etc., cosas que deben ser discutidas con sinceridad y franqueza.
A menos que sea la voluntad de Dios que una determinada persona se santifique sufriendo (hay mujeres que se santificaron viviendo al lado de hombres imposibles y viceversa) y que una persona por amor esté dispuesta a todo, nadie debe casarse a ciegas respecto del carácter del otro. Que suframos no es usualmente la voluntad de Dios para nosotros. Dios quiere que seamos felices y que atendamos a nuestras responsabilidades llevando una vida equilibrada. De todos modos sufriremos también aun siendo felices.
De otro lado, si son mayores, uno u otro pueden tener hijos de diversas edades. Si ese es el caso, ¿está él en condiciones de ser un buen padre para los hijos que no son suyos? ¿Está ella dispuesta a ser una buena madre para los hijos que no dio a luz? ¿Se complementarían ambas familias, incluyendo a los familiares cercanos? Eso a veces puede ser un obstáculo. ¿O podrían surgir conflictos? Dios nos ha llamado a paz, dice Pablo (1 Co 7.15).
Además de ese bagaje de la vida pasada que todos llevamos con nosotros ?y que ambos deben mutuamente revelarse? hay aspectos importantes a considerar cuando dos personas adultas se unen en matrimonio. ¿Tiene él una posición segura como para poder proporcionar todo lo que ella espera en términos materiales?. ¿Tiene él una posición mejor que la de ella, si es que ella trabaja? Es importante no sólo desde el punto de vista material sino también del psicológico. De no ser el caso podrían surgir conflictos a causa de celos.
¿Cómo nos habla Dios? Si nosotros le presentamos a Dios en oración todas las circunstancias que he mencionado y aquellas otras que cada uno conoce, él nos irá iluminando poco a poco sobre cada pregunta específica que se le haga. Lo hará normalmente a través de nuestros propios pensamientos. ¿Cómo sabemos si los pensamientos y sentimientos que surgen en nuestra mente vienen de Dios o no? Por la paz y tranquilidad que nos inspiran, por la convicción, la confianza y la seguridad que los acompañan. Paz, seguridad, confianza son signos de la respuesta de Dios. Lo contrario es señal de que nuestros pensamientos no provienen de él. La urgencia por decidir, o el temor de perder una oportunidad, si no se actúa rápido o en determinado sentido, proceden del diablo.
Otro aspecto muy importante de esta búsqueda de la voluntad de Dios para ambos es que el hombre y la mujer, cuando empiezan a verse solos ?y es mejor que al comienzo se traten y se vean estando en grupo y que eviten los lugares apartados y la oscuridad? se guarden de toda expresión de cariño que provoque excitación. Eso los obliga a ser muy prudentes y a desconfiar de sí mismos, porque somos falibles y fácilmente inflamables. Si se entra por ese camino nos acechan muchos peligros, aparte del principal, que es ofender a Dios. Las pasiones despertadas nos nublan la mente y no nos dejan escuchar la voz de Dios. O los sentimientos de culpa nos impulsan a dejar algo que pudiera haber tenido un buen fin si se hubiera actuado con prudencia. Lo que Dios ha creado como una bendición para el matrimonio es una maldición antes o fuera de él.
Es sabido que las heridas y las desilusiones se agravan cuando ha habido excitación sexual compartida, porque eso compromete nuestros sentimientos, nos liga mutuamente y nos hace más vulnerables. Entonces si quieren guardarse de peligros y no ofender a Dios ¡dejen las manos tranquilas!
Conviene pues preguntar ¿cómo se comporta él o ella cuando están juntos a solas? ¿Trata uno de seducir al otro? (Generalmente es el hombre el que toma la iniciativa en ese aspecto). Si fuera así, eso es señal de que lo que lo mueve a él (o lo que mueve a ella) no es cariño sino simple atracción física, o interés encubierto, y es mejor cortar la relación. A veces es la mujer la que trata por ese camino de conquistar al hombre. Puede llevarse una gran desilusión. Las cosas que empiezan por ahí terminan siempre, o casi siempre, mal.
Pienso que ninguno debe dar un paso hacia el matrimonio o comprometerse en algún sentido, sin estar seguro de que esa es la voluntad de Dios para ambos. Que uno de los dos no tenga esa seguridad pudiera ser señal de que esa no es la voluntad de Dios y convendría esperar hasta escuchar su voz con certeza. Pero recuérdese, primero, que cuando Dios tiene algo que decimos ¡lo dice! Y segundo, que casarse fuera de la voluntad de Dios trae desdicha a todo ser humano y más a un cristiano (ver nota 2).
Entretanto, ambos deben ser sinceros y asegurar al otro de que su primera prioridad, antes que seguir los propios sentimientos, es seguir la voluntad de Dios, ya que solo ella es garantía de éxito y felicidad. El que ama a Dios sobre todas las cosas lo ama más que a ningún ser humano. Si ambos están llenos de ese espíritu y buscan juntos a Dios, él no dejará de manifestarse en sus vidas y guiarlos. (22.02.04)
Quiero decir que hay palabra especifica para los padres, para los hijos, para los esposos, etc. (2) Dios tiene una voluntad individual específica para todo ser humano, sea o no creyente.
Notas:
(1) Quiero decir que hay palabra especifica para los padres, para los hijos, para los esposos, etc.
(2) Dios tiene una voluntad individual específica para todo ser humano, sea o no creyente.
Acerca del autor:José Belaunde M. nació en los Estados Unidos pero creció y se educó en el Perú donde ha vivido prácticamente toda su vida. Participa activamente en programas evangelísticos radiales, es maestro de cursos bíblicos es su iglesia en Perú y escribe en un semanario local abordando temas societarios desde un punto de vista cristiano. Desde 1999 publica el boletín semanal "La Vida y la Palabra", el cual es distribuido a miles de personas de forma gratuita en las iglesias de su país. Para más información puede escribir al hno. José a
jbelaun@terra.com.pe

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